Ya hace cinco o seis años (no recuerdo con precisión), en el despacho del bajo de la parroquia del Corazón de MarÃa de Vigo, se reunieron varias personas para, como en otras ocasiones, charlar, pasar un buen rato, para convivir. Aquellas reuniones, sin objetivo concreto de inicio, perseguÃan, sin embargo, orientar hacÃa el bien ajeno cualquier decisión que se adoptase en relación con las distintas actividades parroquiales que, en aquel momento, estaban en marcha.
Una de ellas consistÃa en las clases de español que se daba por voluntarios a los inmigrantes, mayoritariamente, en aquella época, africanos subsaharianos (era el boom de la llegada de cayucos).
Se comentaba sus penalidades: para llegar, jugándose la vida; para permanecer entre nosotros, con órdenes de expulsión amenazándolos; para simplemente vivir, trabajando en condiciones leoninas y sin ningún tipo de garantÃa ni derechos laborales.
En un momento de la conversación, el EspÃritu (perdón por la soberbia) quiso que se preguntasen por el tiempo libre de aquella gente, por su ocio, por la soledad que debÃa presidirlo y que se planteasen la posibilidad de ayudarlos en llenarlo, en acompañarlos en esos momentos en los que quizá, precisamente por la falta de algo que hacer, se piensa más en la familia y amigos dejados atrás.
Y surgió la idea de hacer un equipo de fútbol.
Y se precisó: no podÃa ser un equipo de fútbol de extranjeros. TendrÃa que ser un equipo de fútbol que buscase (¡que gran paradoja!) no jugar al fútbol bien sino integrar personas. Y asÃ, en el calor de la conversación, se fue concretando: la mitad de los jugadores serÃan de aquÃ, la otra mitad extranjeros, al finalizar los partidos tomarÃamos algo juntos, etc., etc. etc.
Ideas que, en mayor o menor medida, se fueron cumpliendo. Ideas que siguen inspirando al equipo.
Algunos de los que comenzaron, tanto de aquà como de fuera (un recuerdo para Idrissa que para no ser expulsado, una noche, antes de que la policÃa fuese a su casa, cogió un autobús y se fue a otro lugar) ya no juegan, pero cuando se ven se saludan, charlan, se rÃen, porque, quizá, ven en el otro no un blanco o un negro: ven una persona, ven a Jesús, a Mahoma. Amén.